4/20/11

Grouper - A I A: Alien Observer / Dream Loss


Toska” es una de esas palabras que es imposible traducir al español, de origen ruso, su significado es difícil de describir concretamente, se le podría caracterizar como ese sentimiento de angustia y aflicción espiritual sin una causa particular, el gran autor Vladimir Nabokov la ha descrito como un agudo dolor del alma, como un anhelo sin nada que anhelar. Aunque gramáticamente solo sea posible encuadrar todos esos sentimientos en una palabra rusa, la experiencia es universal y una bastante familiar para el que escribe. Muchas veces ese anhelo espontáneo que sale de la nada, sin una razón aparente es disparado por una canción, o una melodía que de alguna manera logra tocar fibras interiores.

Liz Harris, conocida musicalmente como Grouper, es una artista proveniente de Portland quien desde el 2005 ha venido creando un estilo musical sumamente propio, una mezcla de delicadas melodías acústicas, teclados orgánicos, drones hipnóticos y una voz suave e inquietante, todo esto bajo múltiples capas de reverberación. En el 2008 parecía que Harris había alcanzado el pináculo de su expresión musical con el increíble “Dragging a Dead Deer Up a Hill”, personalmente uno de mis discos favoritos y un estandarte del género (cualquiera que este sea). Sin embargo este relativo éxito no fue suficiente, las expectativas estaban por los cielos.

Tuvieron que pasar 3 años desde su último disco para que Harris lanzara este nuevo material; A I A está divido en dos discos, “Alien Observer” y “Dream Loss” y si tuviera que describirlos con una sola palabra…pues nada mas lea el primer párrafo de esta reseña. A I A es un mamut de 80 minutos que viene a reafirmar porqué Harris es la mejor en lo que hace, es preferible escuchar ambos discos de manera continua ya que tienen elementos narrativos en común, sin embargo cada uno tiene su propia personalidad y se sostienen por sí mismos. Aunque no es posible discernir la mayoría de las letras, el concepto de A I A parece girar en torno a la enajenación, al sentimiento de no sentirse cómodo con la situación actual ni con uno mismo, de anhelar sin saber a qué se debe ese anhelo, de vivir en un constante estado de melancolía.

Alien Observer” es más melódico, su sonido se asemeja al de estar en una calle en pleno invierno, con la neblina asentándose sobre las esquinas mientras que en el viento se oye el casi imperceptible murmullo de una voz fantasmal, y es que la voz de Harris tiene una cualidad incorpórea, más que dominar la instrumentación, funciona como un complemento suspendido en el aire. Todas las canciones de este disco son excelentes, en especial la que le da su título, la cual, sin riesgo de ir muy largo, es representación sónica de un cuento de ciencia ficción de Bradbury.

Dream Loss” comienza con el sonido de una ventisca, o tal vez es el sonido de olas chocando contra las piedras, este decae para darle paso a las canciones. El disco se siente más abstracto que “Alien Observer”, las melodías están enterradas bajo el bello sonido de drones y feedback. Abordar este disco, y por antonomasia cualquier disco de Grouper, es en cierto sentido similar al trabajo que hace un arqueólogo, en ambos casos hay que excavar, estar atento a cada puño de material con el que se entra en contacto y si todo sale bien, debajo de la preciosa tierra se encuentra ese tesoro anhelado, esa elusiva melodía. Esta doble producción es un fuerte contendiente para ser uno de los mejores discos del año.

Después de sus 80 minutos de duración me doy cuenta que me gusta la melancolía y no sé porqué, siento como si algo hiciera falta, veo al cielo a través de la ventana y una serie de luces irregulares parece acercarse cada vez más, estoy listo para ir a casa.

El video que se hizo para “Alien Observer” tiene colores que contrastan con el carácter monocromático y grisáceo de la música, no es la imagen visual que me hubiera imaginado pero de todos modos está bien hecho.

4/18/11

Nico Muhly - Mothertongue


La figura de Nico Muhly me atrae fuertemente, una silueta alta cubierta por capas de tela negra caminando imperceptiblemente por las calles de Chinatown, Nueva York, con un par de grandes ojos azules llenos de curiosidad que si se cruzaran en mi camino dejarían la impresión de haber existido desde siempre en múltiples sueños empolvados dentro las gavetas de la memoria. Muhly es una de esas personas que me hacen tomar conciencia de mis limitaciones, me obliga a preguntarme como alguien puede ser tan prolífico a tan corta edad y en última instancia me hace sentir demasiado consiente de los modestos logros que la mayoría de las personas logra atesorar en sus tempranos veinte (hola momento existencial)

A sus 29 años Muhly ha lanzado tres discos en la disquera más aclamada de Islandia (Bedroom Community), ha escrito obras enteras para películas independientes, ha elaborado operas y trabajos orquestales para el Boston Pops, The Carnegie Hall, The American Symphony Orchestra, The Chicago Symphony y The Julliard School. En su segundo año como universitario en la Universidad de Columbia fue elegido por Philip Glass para trabajar a su lado, ha colaborado con artistas como Björk. En otras palabras, el talento de Muhly es inquieto, está en constante movimiento y su dinamismo no se enmarca en formas de expresión rígidas como muchas veces pasa en el mundo de los compositores clásicos contemporáneos, su silueta se contornea y adquiere diversos perfiles.

Muhly figura como un puente entre el mundo de la música clásica y la música popular, ya sea pop, rock o folk. En todas sus producciones se evidencia la clara influencia de la música litúrgica inglesa y del minimalismo clásico de Steve Reich y Philip Glass. En Mothertongue esas influencias conforman la sólida y lustrosa base sobre la cual diversas grietas dan cabida a sintetizadores, uso de field recordings e incluso melodías de banjo.


Mothertongue se divide en tres movimientos, el primero de estos lleva el mismo nombre del disco y nos da la bienvenida con una saturación de voces entrelazadas cortesía de la mezzo-soprano Abigail Fisher quien a lo largo de las cuatros canciones que conforman esta primera parte, recita incansablemente números de teléfono, direcciones, nombres de calles y toda una serie de palabras ininteligibles. Esta polifonía se complementa con el uso de bellos sonidos electrónicos, entre ellos el sonido de una ducha, el sonido de comer una tostada y el de freír un huevo. Obvio, toda esta serie de hilos narrativos se ven unidos por la magistral composición instrumental de Muhly.

El segundo movimiento, "Wonders", se inspira en fragmentos de un texto del siglo XVII en pleno renacimiento. Las vocales en este caso son suministradas por el cantante islandés Helgi Hrafn Jónsson quien con un tono vivo narra un soneto escrito por el rey Jacobo I acerca de monstruos oceánicos. Es claro el contraste entre este movimiento de corte más clásico con la experimentación y polifonía inquieta del movimiento antecesor. La segunda canción de esta sección es sumamente visual, al menos para mí, me hace sentir como si estuviera en la corte de algún rey europeo, contando mis peripecias con el objetivo de obtener su favor.

El tercer y último movimiento del disco es mi favorito, “The Only Tune” cuenta con la colaboración de Sam Amidon, quien además de ser un increíble artista de folk estadounidense también es compañero de disquera con Muhly. El movimiento consiste en tres canciones que giran alrededor de la misma narrativa, la historia de dos hermanas que caminan por un rio cuando la mayor de ellas empuja a la otra al agua, esta muere y su cuerpo es eventualmente utilizado para fabricar un violín. Las tres canciones se revelan como una cebolla, cada una de ellas dejando caer capas hasta terminar únicamente con la melodía del banjo. Es interesante ya que si uno no le prestara atención a las letras, la música sugeriría una tranquila y apacible historia de campo, pero las letras le dan una nueva dimensión a las melodías, una atmósfera casi mórbida y amenazante, bajo el banjo y las voces es posible oír el sonido de cuchillos de carnicero siendo raspados uno contra el otro.

Según el mismo Muhly, este disco está lleno de repeticiones nerviosas y ansiosas, de acordes discordantes que pretenden simular la atmósfera nauseabunda de las inquietudes mundanas. En mi opinión el disco va más allá, su aparente ambigüedad, los conceptos detrás de cada movimiento, la magistral composición instrumental, la experimentación controlada son evidencia de que Nico Muhly representa el arquetipo del nuevo compositor, alguien sumamente idiosincrático, original capaz de romper los moldes de la música clásica y usar los restos de ese molde para construir un puente hacia formas de expresión musical más mundanas.