2/19/11

Tim Hecker - Ravedeath, 1972


Siempre me ha parecido interesante analizar de qué manera funciona la correlación entre la música y el lugar donde fue grabada, tanto geográficamente como estructuralmente, el espacio físico puede tener una influencia muy fuerte sobre la naturaleza del sonido y podría decir que la narrativa que gira en torno a muchos discos enriquece enormemente la experiencia sónica al proveer un concepto, una imagen, una idea del proceso de grabación o una referencia romántica que afecta indirectamente la forma en que se absorbe el sonido.

Para citar dos ejemplos contrastantes pero ilustrativos, por un lado la escena de Black Metal francés “Les Légions Noires” y la supuesta afirmación de que muchas de sus grabaciones fueron llevadas a cabo en un castillo con infinidad de elementos mórbidos y macabros; y por otro lado un disco como “Goodbye Enemy Airship, The Landlord is Dead" de Do Make Say Think el cual fue grabado en una granja y hace uso de elementos pastoriles que remiten al campo abierto y la naturaleza. Ambos ejemplos se apoyan en su respectiva narrativa para multi dimensionar la música y llevarla a un plano físico/mental.

Ravedeath, 1972, la séptima producción del maestro de texturas electrónicas Tim Hecker, juega con una dinámica similar a la antes expuesta y el resultado es un disco oscuro, claustrofóbico y con un peso emocional considerable. Grabado en un solo día dentro de una Iglesia localizada en la capital islandesa Reikiavik, la fuente primaria de sonido consistió en una sesión de improvisación utilizando un órgano, y eventualmente bajo la tutela de Ben Frost, los sonidos fueron procesados en el estudio.

La estructura de la iglesia, sus paredes y la forma en que las reverberaciones de los tubos del órgano chocan y se entrecruzan con el espacio físico es parte de la narrativa que produce que este disco sea más que todo, una experiencia. Es un disco que al contrario de su predecesor, el cual se distingue por ambientes expansivos y pulsaciones estelares, se siente más focalizado, más sutil y encaminado hacia una forma más directa de reacción. Sin embargo la huella sonora de Hecker es sumamente distinguible, múltiples capas de sonido, texturas inigualables, sonidos cromáticos y estructuras densas.


Ravedeath, 1972 inicia con “The Piano Drop” y durante doce movimientos se presenciará la caída de este piano pasando por diversas etapas de sonido conceptual, en los primeros minutos nos da la bienvenida una serie de olas etéreas de sonido las cuales le dan paso a la primera triada del disco “In The Fog”, la cual personalmente es mi sección favorita. El piano gimiente se retuerce, las teclas corroídas se mezclan con la neblina creando una densidad constantemente cambiante, Hecker nos presenta texturas elegantes al borde del éxtasis, esta nubosidad, estas nubes de distorsión provocan sonidos desmaterializados e inquietantes.

Después de uno minutos el tono del disco se hace evidente: alucinante y claustrofóbico, no sé cómo explicar bien este sentimiento, es como si Hecker quisiera elevar mi mente a un universo sónico de grandes magnitudes pero al mismo tiempo es imposible ya que choco contra las paredes, el órgano pese a su carácter espiritual me mantiene atado a la tierra mientras veo como este cae hacia mi desde el techo de un edificio.

Otro momento brillante del disco es la dupla de “Hatred for Music” la cual tiene reminiscencias progresivas acopladas a guitarras procesadas y resonancias combativas, mientras que la tríada de “In the Air” finaliza el disco dejando caer las capas de sonido, pelando las melodías hasta su raíz más básica, aquí el gimiente órgano deja de ser un marco abstracto, no obstante el sonido mantiene su carácter digital. Esta es una de las grandes fortalezas de Hecker, su capacidad extraordinaria y fascinante de manipular melodías y crear híbridos perfectos entre la esfera digital y la material.

Conceptualmente es algo difícil explicar claramente la inspiración detrás de Ravedeath, 1972. Una mirada rápida al título de las canciones pone de manifiesto que el concepto es oscuro, nombres como “Hatred Of Music”, “Analog Paralysis, 1978” “Studio Suicide” y el mismo título del disco dan una idea que remite a la destrucción de la música, al deterioro del sonido. Según Hecker, la inspiración vino una vez terminada la grabación, cuando este se obsesionó con la idea de la basura digital y la manera en que la tecnología afecta a la música. Es un concepto intrigante y críptico.

La curiosa portada merece una mención diligente, esta muestra a unos estudiantes del prestigioso MIT lanzando un piano desde un edificio, aparentemente una tradición bastante peculiar. La idea de destrucción musical está presente en esta imagen. Hecker ha logrado con este disco crear una obra maestra de música electrónica, es muy temprano para estar haciendo este tipo de afirmaciones pero definitivamente será uno de los discos más memorables del 2011, no queda más que ponerse los audífonos, cerrar los ojos y esperar que el piano caiga sobre nuestra cabeza.

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