4/18/11

Nico Muhly - Mothertongue


La figura de Nico Muhly me atrae fuertemente, una silueta alta cubierta por capas de tela negra caminando imperceptiblemente por las calles de Chinatown, Nueva York, con un par de grandes ojos azules llenos de curiosidad que si se cruzaran en mi camino dejarían la impresión de haber existido desde siempre en múltiples sueños empolvados dentro las gavetas de la memoria. Muhly es una de esas personas que me hacen tomar conciencia de mis limitaciones, me obliga a preguntarme como alguien puede ser tan prolífico a tan corta edad y en última instancia me hace sentir demasiado consiente de los modestos logros que la mayoría de las personas logra atesorar en sus tempranos veinte (hola momento existencial)

A sus 29 años Muhly ha lanzado tres discos en la disquera más aclamada de Islandia (Bedroom Community), ha escrito obras enteras para películas independientes, ha elaborado operas y trabajos orquestales para el Boston Pops, The Carnegie Hall, The American Symphony Orchestra, The Chicago Symphony y The Julliard School. En su segundo año como universitario en la Universidad de Columbia fue elegido por Philip Glass para trabajar a su lado, ha colaborado con artistas como Björk. En otras palabras, el talento de Muhly es inquieto, está en constante movimiento y su dinamismo no se enmarca en formas de expresión rígidas como muchas veces pasa en el mundo de los compositores clásicos contemporáneos, su silueta se contornea y adquiere diversos perfiles.

Muhly figura como un puente entre el mundo de la música clásica y la música popular, ya sea pop, rock o folk. En todas sus producciones se evidencia la clara influencia de la música litúrgica inglesa y del minimalismo clásico de Steve Reich y Philip Glass. En Mothertongue esas influencias conforman la sólida y lustrosa base sobre la cual diversas grietas dan cabida a sintetizadores, uso de field recordings e incluso melodías de banjo.


Mothertongue se divide en tres movimientos, el primero de estos lleva el mismo nombre del disco y nos da la bienvenida con una saturación de voces entrelazadas cortesía de la mezzo-soprano Abigail Fisher quien a lo largo de las cuatros canciones que conforman esta primera parte, recita incansablemente números de teléfono, direcciones, nombres de calles y toda una serie de palabras ininteligibles. Esta polifonía se complementa con el uso de bellos sonidos electrónicos, entre ellos el sonido de una ducha, el sonido de comer una tostada y el de freír un huevo. Obvio, toda esta serie de hilos narrativos se ven unidos por la magistral composición instrumental de Muhly.

El segundo movimiento, "Wonders", se inspira en fragmentos de un texto del siglo XVII en pleno renacimiento. Las vocales en este caso son suministradas por el cantante islandés Helgi Hrafn Jónsson quien con un tono vivo narra un soneto escrito por el rey Jacobo I acerca de monstruos oceánicos. Es claro el contraste entre este movimiento de corte más clásico con la experimentación y polifonía inquieta del movimiento antecesor. La segunda canción de esta sección es sumamente visual, al menos para mí, me hace sentir como si estuviera en la corte de algún rey europeo, contando mis peripecias con el objetivo de obtener su favor.

El tercer y último movimiento del disco es mi favorito, “The Only Tune” cuenta con la colaboración de Sam Amidon, quien además de ser un increíble artista de folk estadounidense también es compañero de disquera con Muhly. El movimiento consiste en tres canciones que giran alrededor de la misma narrativa, la historia de dos hermanas que caminan por un rio cuando la mayor de ellas empuja a la otra al agua, esta muere y su cuerpo es eventualmente utilizado para fabricar un violín. Las tres canciones se revelan como una cebolla, cada una de ellas dejando caer capas hasta terminar únicamente con la melodía del banjo. Es interesante ya que si uno no le prestara atención a las letras, la música sugeriría una tranquila y apacible historia de campo, pero las letras le dan una nueva dimensión a las melodías, una atmósfera casi mórbida y amenazante, bajo el banjo y las voces es posible oír el sonido de cuchillos de carnicero siendo raspados uno contra el otro.

Según el mismo Muhly, este disco está lleno de repeticiones nerviosas y ansiosas, de acordes discordantes que pretenden simular la atmósfera nauseabunda de las inquietudes mundanas. En mi opinión el disco va más allá, su aparente ambigüedad, los conceptos detrás de cada movimiento, la magistral composición instrumental, la experimentación controlada son evidencia de que Nico Muhly representa el arquetipo del nuevo compositor, alguien sumamente idiosincrático, original capaz de romper los moldes de la música clásica y usar los restos de ese molde para construir un puente hacia formas de expresión musical más mundanas.

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